Afuera del centro de arte
Afuera de un centro de arte, bajo el espectacular anuncio luminoso de fondo amarillo y grandes letras color rojo… se encontraba, allí, él, solo, vestido con traje negro, camisa negra y zapatos indistinguibles.
Detrás de él, una pareja de aparentes enamorados a punto de entrar al elegante recinto, una avenida despoblada sin tráfico, por el lado derecho, bellas luces y grandes detalles arquitectónicos caracterizaban los aparentes edificios.
Un bello y angelical rostro blanco, de ojos tristes, mirada perdida sin esperanza alguna; un ramo de hermosas flores en la mano, las cuales esperaban seguramente a una bella mujer. Las horas transcurrían y él permanecía allí, solo, a medio noche con aquella mirada solitariamente desesperanzada y aquellas flores marchitándose en la espera de su gran amor… el cual nunca llegó.
Es así como todo inicio, comencé a enamorarme de él, amor a primera vista… quizá; la imagen era perfecta para mí, justamente y únicamente lo que necesitaba para esos momentos.
El segundo paso fue escucharlo susurrarme al oído con aquella gruesa, parsimoniosa, desentonada, casi rasposa y quebrantable voz, sinceras palabras arrítmicas; cuales narraban los últimos momentos, sus últimos momentos de experiencias vividas desafortunadamente.
El siguiente y definitivo paso fue sentir su melodioso y siempre fiel cuerpo, piel a piel, segundo a segundo cada desconsolado y frío movimiento, el cual cada vez más intensificaba mis palpitaciones, mis líquidos faciales , mis fatídicos pensamientos, mis grandes y hondos suspiros, mis profundas desoladas fantasías amorosas, mi ser.
El me conducía a la lluvia, a la habitación de un hotel, a la esperanza y tolerancia, al océano, a las noches solitarias, a la noche… él me conducía a vivir.
Gracias por acompañarme en los momentos más difíciles.
Inspirado en:
Coles Corner de Richard Hawley.
Detrás de él, una pareja de aparentes enamorados a punto de entrar al elegante recinto, una avenida despoblada sin tráfico, por el lado derecho, bellas luces y grandes detalles arquitectónicos caracterizaban los aparentes edificios.
Un bello y angelical rostro blanco, de ojos tristes, mirada perdida sin esperanza alguna; un ramo de hermosas flores en la mano, las cuales esperaban seguramente a una bella mujer. Las horas transcurrían y él permanecía allí, solo, a medio noche con aquella mirada solitariamente desesperanzada y aquellas flores marchitándose en la espera de su gran amor… el cual nunca llegó.
Es así como todo inicio, comencé a enamorarme de él, amor a primera vista… quizá; la imagen era perfecta para mí, justamente y únicamente lo que necesitaba para esos momentos.
El segundo paso fue escucharlo susurrarme al oído con aquella gruesa, parsimoniosa, desentonada, casi rasposa y quebrantable voz, sinceras palabras arrítmicas; cuales narraban los últimos momentos, sus últimos momentos de experiencias vividas desafortunadamente.
El siguiente y definitivo paso fue sentir su melodioso y siempre fiel cuerpo, piel a piel, segundo a segundo cada desconsolado y frío movimiento, el cual cada vez más intensificaba mis palpitaciones, mis líquidos faciales , mis fatídicos pensamientos, mis grandes y hondos suspiros, mis profundas desoladas fantasías amorosas, mi ser.
El me conducía a la lluvia, a la habitación de un hotel, a la esperanza y tolerancia, al océano, a las noches solitarias, a la noche… él me conducía a vivir.
Gracias por acompañarme en los momentos más difíciles.
Inspirado en:
Coles Corner de Richard Hawley.
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