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En una mañana lluviosa como la de hoy, mi mente recapitula una a una todas las madrugadas en que mi ser despertó e inmediatamente desfalleció, por el cansancio de la carrera ecuestre vivida la noche anterior, por la conciencia absoluta de no existir razón alguna para levantarte y andar, por la incapacidad y desgano de dialogar con otros seres humanos, por el sencillo deseo de continuar soñando, por no enfrentarte a vivir una gran responsabilidad, por no vivir mi responsabilidad, por la intoxicación de alcohol y cigarro, por no ver sangrar las manos de tu madre, por no ver llorar los ojos de tu padre, por ser tú, por ser yo. Tan deprimente me resulta esta mañana que ni el agua de la regadera me despierta, tan fría es la mañana que ni el vapor encerrado conquista calentarme, tan silenciosa es la mañana que escucho resbalar y luego caer las gotas de mi cuerpo, tan débil es ésta mañana que mi imagen se desdibuja frente al espejo, tan ciega es la mañana que mis ojos extrañan los lentes, tan nublada es la mañana que incluso el flash no logra iluminarme.
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