Voluntades Pesimistas
No sé aún cómo debo explicarlas, es más, no sé qué es, ni cómo se come, ni por dónde empiezan, pero sí sé a que saben… las voluntades pesimistas; es un hecho que alguna vez te has encontrado a una valiosa personita que enciende tu vida, recrea tus paisajes, alimenta tu inconciencia, te invita al peligro, aventura tu destino y conquista tu espíritu. La verdad es que esas personitas son eso a lo que llamo Voluntades Pesimistas, a lo que Cave llama Rye Whiskey, es la Sally de nuestros grandes poetas, la Black Betty deseada, la Black Star cayendo. Saben a impaciencia cuando no las ves, saben a satisfacción cuando las enfocas, se traducen en placer cuando las tocas, son éxtasis mientras las gozas, son dolor cuando se van y se extrañan cuando no están. Estás en la cama, después de una gran lectura, después de un alcohol, después de un tabaco, después de un día de trabajo, después de un día de no verla y… tu cerebro no descansa, tu cuerpo pide verla, por lo menos unos minutos, por lo menos saludarla, por lo menos escucharla, siquiera olerla; una vez que logras cerrar los ojos está ahí nuevamente, tu sueño recrea la escena en que la encuentras, la saludas, la abrazas, hablan por largo tiempo, incluso, bailan deliciosa música suave. El punto es que todo es bien dulce, bien salvaje, bien extraño, bien ordinario, bien exótico y no importa, todo está bien. Sabes qué te hace daño, sabes que no debes, sabes que hiere, sabes que es un puñal en las entrañas pero te gusta, lo disfrutas, lo lloras, lo deseas.
¡Ayyy malditas Voluntades Pesimistas!
¡Ayyy malditas Voluntades Pesimistas!
Seguiré hablando de ellas en otro momento, por ahora mis líquidos faciales me han traicionado.
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