viernes, 29 de febrero de 2008

Domingo

Triste, desolador y frió como ningún otro… es recordar todos los días Domingo en la niñez; el amanecer, atardecer y anochecer produce un interminable vacío en no sé que parte del cuerpo. Despertar con el inagotable cansancio de saber que al día siguiente tienes que asistir a clase, andar y sentarte a contemplar en el televisor “En familia con Chabelo” sin producir risa o gracia alguna, únicamente entretenimiento, sí, solamente cumple la función de entretenerte para no dejarte pensar que más temprano que tarde la semana se esfumará e iniciará una más. Desde la niñez hasta nuestros ahora, todos los atardeceres de éste día son dedicados a la familia, a una comida en la mesa, un paseo por la ciudad, una visita hipócrita a tus familiares o el encierro en una sala de cine. Cuando el anochecer se acerca, resulta ser aún más doloroso; “Acción” el programa de los resultados deportivos de toda una semana y su sección “Gol, Error y Figura” afirman que el tiempo transcurre con una rapidez inusual que indudablemente y finalmente anuncia el fin; más tarde “Depooooorteeeee V” aniquila tu estancia frente al televisor e indica que ya es hora de ir a la cama, es tiempo ya de pensar en si tienes o tarea por entregar al día siguiente, quizá decidas hacerla, quizá dejarla incompleta o finalmente no hacerla e irte a dormir con el cargo de conciencia y tomar el riesgo de soñar estar en el salón de clases y recibir un regaño o represión por parte del maestro. Las horas se agotaron y sin darte cuenta ya estás bebiendo un vaso de leche acompañado con un pan de dulce para enseguida ponerte la pijama y dirigirte a la cama. Aún en la cama te resistes a que todo llegue a su fin, con pleno conocimiento el tiempo está en agonía, cierras y abres los ojos una y otra vez resistiendo hasta el cansancio, inútil, fue inútil, te fastidias y aceptas que la semana se esfumó y que el Domingo … acabó.
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