Libre y Vagabunda
¿Alguna vez te has sentido atropellado por la fuerza salvaje del tráfico humeante y delirante, donde nubes de contaminación te envuelven cual tornado en movimiento? ¿Te has sentido violado por las manos sangrientas de la humanidad desesperada? ¿Alguna vez te has sentido amenazado por los vientos norte-sur-este-oeste de un globo a punto de detener su movimiento y a punto de caer al vacío? ¿Te has sentido acribillado por diminutos fragmentos de cristal pertenecientes a enormes monumentos de gigantescas ciudades? ¿Has sentido derrumbarte del monte más alto, más importante y más difícil de escalar? ¿Has sentido perder y casi volar la cabeza al procurar resolver la formula más compleja? ¿Has sentido no entender y al mismo tiempo ensordecer y enmudecer? ¿Has sentido desfallecer en el mejor momento para convertirse en el peor? ¿Has sentido ahogarte en el mar profundo de tus ojos y después desahogarte sin parar siquiera un segundo hasta quedar en medio del desierto? ¿Has sentido el calor en tus manos y segundos después verlas arder? ¿Has sentido perder lo siempre deseado justo en el momento de ser encontrado? ¿Has sentido?
Si es así, deberás saber como se sintió la Lucibriga más pequeña, un día diecisiete, de un mes de Mayo, de un año dos mil cuatro, y si aún no sabes qué es una Lucibriga o qué son las Lucibrigas, quiénes son las Lucibrigas, qué ha hecho la lucibriga más pequeña y qué hará la Lucibriga más pequeña, te lo voy a decir a continuación. Son aves, pero no son las aves que sueles conocer, probablemente alguna vez las has visto volar en el lugar menos imaginado, probablemente no, probablemente nunca las verás, son aves libres y vagabundas que degustan de explorar y experimentar nuevos cielos, cielos fríos, cálidos, tormentosos, finalmente siempre cielos, cercanos o lejanos, para más tarde aterrizar. Qué ha hecho la Lucibriga más pequeña es lo que te voy a decir, y qué hará es lo que tú vas a decidir.
Las Lucibrigas, aves libres y vagabundas, han viajado a través del viento por largos años, interminables caminos y amorfas nubes, su deambular por el globo ha sido pocas veces visible y casi siempre invisible; las hay de diversos tamaños, de diferentes colores y de inimaginables misiones. La Lucibriga de la que te voy a platicar es la Lucibriga más pequeña de todas, es la de color blanco casi transparente y la de la misión más clara aún no lograda.
El buen diecisiete de Mayo del año dos mil cuatro, en su habitual recorrido por las amorfas nubes, se percató de ser la única en no poseer un lugar donde aterrizar, todas tenían ideales nidos, bien construidos, bien formados, bien edificados, pero ella era la única que no poseía nada. Aquél día, su presente se desdibujó, y su futuro apareció, probablemente el día más importante de su vida, pues sabía que era el momento de tomar una decisión y esa era definir un futuro y ese era encontrar un hogar donde crecer, dónde morir.
Aquella noche no durmió, sólo pensó cómo es que nunca había sentido la necesidad de aterrizar, la necesidad de crecer, en un lugar específico, en un lugar no común; sin poder cerrar los ojos, visualizaba todos los cielos que ya había pisado en su corta vida, procuraba recordar el olor, el soplar del viento, la fuerza de la lluvia, para así decidir cuál podría ser el lugar más adecuado para su forma de vida, la tierra más fértil, para su cuerpo, para su bienestar, para su espíritu.
La noche transcurrió de una forma nada fácil, su cerebro entro en confusión, su cuerpo entro en convulsión, le parecía imposible poder decidir un lugar de los millones y trillones que había pisado, consideraba absurdo tener que elegir si todos eran bellos, creía perderse en el abismo de decidir un lugar, sólo uno y nada más que uno, se sabía morir aquella tormentosa noche, no sabía que hacer, no sabía que cantar, no sabía que escuchar, no sabía por donde empezar, sólo sabía que tenía que saber, que a la mañana siguiente su cuerpo debía emprender el vuelo más importante de su vida, el de la exploración más detenida, dónde experimentaría, donde realmente viviría.
Así, en medio de la tempestad y la adversidad, emprendió el vuelo la mañana siguiente, muy temprano, cuando apenas el sol se asomaba, las Lucibrigas apenas se despertaban, ella ya deambulaba alto, muy alto. El recorrido dio inicio desde los cielos, la búsqueda de un lugar, de una tierra, de un nido, se activó. Tierra, tras tierra, todas parecían igual, todas eran simplemente iguales, ninguna parecía encantarle, algunas le asustaban, pues eran demasiado oscuras, otras tantas eran aburridas, algunas sólo tenían aparentes ilusiones pero ella sabía que sólo eran eso, ilusiones. Los días transcurrían, las búsquedas continuaban y la pequeña Lucibriga no se detenía, sabía que debía existir un lugar hecho especialmente para ella, finamente diseñado para su vuelo, con apasionantes vientos, con frescas lluvias, con suaves pero firmes tierras, simplemente su lugar, simplemente su tierra, simplemente su nido.
La misión de encontrar su tierra, comenzaba a ser la más difícil de todas las misiones, pues no encontraba su lugar, algunas veces se cansaba y decidía no volar más, no volver a emprender el vuelo, o simplemente perderse entre los vientos, y justamente en ese extravío, a lo lejos, muy pero muy lejos pudo distinguir hermosos sonidos, no simplemente sonidos, eran hermosas melodías, comenzó a descender para así poder distinguir con mayor claridad que decían esas hermosas melodías nunca antes escuchadas. Una vez que aterrizó, la luz salió, ese era, ese era el lugar ideal, el no imaginado, el no sentido, el no pisado, el no escuchado, pero ya sabido. Apenas se aventuro a pisar y caminar por el, se dio cuenta que ella debía crecer ahí, que sus alas debían descansar ahí, que su nido debía construirse ahí, que ella nació ahí.
La tierra era húmeda, el viento era frío, la lluvia era constante, y lo más importante las melodías eran vibrantes; la Lucibriga más pequeña se sentía identificada, parecía flotar, parecía danzar, parecía viajar, parecía que había encontrado su tierra fértil. Ya no habría un mejor espacio, no habría otro tiempo, era la tierra que la salvaría de esa interminable y espinosa búsqueda. Sin embargo, algo en su corazón le decía que podría encontrar no mejor tierra, pues sabía que no habría tierra más fértil para su cuerpo, mente y alma, pero sí una tierra más poblada, quizá con algunas Lucibrigas que pudieran hacerle compañía, pues la tierra estaba deshabitada, sin nadie con quien cantar, sin nadie con quien dormir, sin nadie con quien comer, sin nadie con quien volar.
Por esa razón, decidió emprender nuevamente el vuelo, pero antes de volar deambulo por todo el lugar, por todos los rincones, por todos los mares, por todos los lagos, por todas las cuevas, por todos los árboles, por todas las luces, por todas las oscuridades, con el fin de recoger todos y realmente todos los sonidos, en cada milímetro encontraba un sonido diferente, siempre nuevo, siempre más intenso, más suave, a veces más extenso, a veces diminuto y cada vez más excitante y paralizante. Todos y cada uno de ellos los arrinconó y guardó en su corazón, ella sentía que su corazón crecía y crecía, parecía que lo estaba alimentando después de no haberlo hecho nunca; una vez recogidos todos los sonidos, se marchó sin decir adiós, pues sabía que algún día regresaría para no irse jamás.
Voló y voló, nuevamente la búsqueda daba inicio, esta vez ya no había temor, no había incertidumbre, pues ya sabía lo que buscaba; no tardó mucho para encontrar una bella tierra, de fríos lugares, de paisajes fascinantes, de diversidades impresionantes, pero algo no parecía agradarle, esta vez no había melodías, sin embargo ya no las necesitaba pues su corazón estaba lleno de ellas, la tierra estaba poblada, el viento soplaba de forma placentera, la luz también lo era, la oscuridad también lo era, pero algo simplemente no era, algo que ella percibía y no podía descifrar.
Finalmente decidió marcharse, pues necesitaba estar completamente segura del lugar que necesitaba para crecer y morir; se cansó, algunas noches no descansó, algunas otras descendió y exploró habitables lugares, donde se alimentó de exóticas plantas, probó tóxicas aguas, experimentó nuevas vuelos, deambulo por nuevos cielos, muchas veces se perdió, otras tantas se desmayó, y es cierto que alguna vez estuvo a punto de caer y no poder emprender, pero lo logró, alcanzó a levantar sus alas una vez más.
Más cielos, más vientos, nuevas amorfas nubes, desconocidas Lucibrigas se encontró en la búsqueda, conocidas Lucibrigas también, todas la alentaban, todas proponían nuevas tierras que sabían podrían gustarle a la Lucibriga más pequeña, y así fue como en nuevos mapas, de nuevos paisajes, de inexplorables tierras, encontró una, muy grande, muy rica, poco poblada, pero parecía tener lo suficiente.
Ya habían transcurrido tres años desde aquel mayo de dos mil cuatro, era ya dos mil siete, de algún día de Enero o Febrero cuando visualizó esa tierra fértil, al parecer no estaba muy poblada y eso le agradaba, tampoco había sido muy explorada, pues sus tierras parecían vírgenes, los vientos soplaban a un agradable y muy perceptible ritmo el cual podía escuchar finamente, el cielo era limpio y muy claro, podía distinguir el pasar volar de todas las Lucibrigas., podía sentirse ahí, podía verse ahí. Aquella noche experimentó su primera estancia en la tierra que podría ser su futuro nido, todo transcurrió en la calma, descanso y seguridad, esta vez se sentía segura de estar en el lugar adecuado.
A la mañana siguiente, después de un largo descanso, exploró con más tranquilidad el lugar, escuchó con mayor detenimiento, observó fijamente el horizonte, piso firmemente la tierra y… definitivamente sabía que la complacería, que su estancia la disfrutaría, y que la búsqueda terminaría justo ahí.
Así, la pequeña Lucibriga encontró el lugar adecuado para ella, después de una larga y difícil indagación, acertó; ahora solo resta definir una forma de vida, estudiar y estudiar su espacio hasta lograr hacerlo completamente suyo, de nadie mas, sólo suyo.
Ya te he dicho qué son las Lucibrigas, quiénes son las Lucibrigas, qué ha hecho la Lucibriga más pequeña y… ¿qué hará la Lucibriga más pequeña? Es un hecho que debe finalizar su misión solidificando su tierra, asimilando su tiempo y perpetrando su espacio. Sin embargo, ella sabe y nunca olvida que las Lucibrigas son aves libres y vagabundas, que tarde o temprano, al fin de su misión, buscará la tierra con la que alguna vez ya se identificó, con la que su corazón se llenó, su alma se extasió, su espíritu resplandeció, y su cuerpo revivió, la tierra de vibrantes melodías.